Hace un par de semanas teníamos en casa de visita una niña durante el almuerzo, hija de una amiga de mi señora. Mientras todos en la mesa disfrutábamos de la bendición recibida para compartir al medio día en familia, mi persona observaba comer a la pequeña visitante; luego dije: “me encantan las niñas que comen con gusto, sin pretextos y en silencio”; a lo que mi hija menor, Amanda, afirma sin titubear: “papá, el silencio tiene más detalles”. Sí, el silencio tiene más detalles. En el silencio acontecen los milagros maravillosos: acciona Dios, acontece la vida, el ser humano se encuentra a sí mismo y surgen las grandes acciones del ser humano.
Durante una etapa maravillosa de mi vida, en mi formación, se escuchaba con frecuencia “el padre de los predicadores es el silencio”. Con razón el maestro Eckhart OP. escribió: “el mejor y más noble logro en esta vida consiste en estar en silencio y dejar que el Señor actúe y hable dentro de nosotros”
Aquí no hablo del silencio a causa del miedo, o el silencio que excluye la novedad, o el silencio que excluye las palabras para quedar bien; hablo del “silencio de los discípulos camino de Emaús, mientras escuchaban al Señor que les exponía las Escrituras. No dijeron nada entonces, pero después exclamaron: ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras” (Lc 24,32) (Cfr Timothy Radcliff? El manantial de esperanza. San Esteban Salamanca. 220. 2003)
El silencio habla. Desde el silencio del Padre, se gesta y nace la Palabra de Salvación, Jesucristo el Señor. En el silencio contemplativo se prepara el camino para la predicación que germina silenciosamente y construye Reino de Dios.
El silencio siempre ha tenido un gran valor consagrado a la difusión de la Palabra, la Palabra es fecunda, acciona y se convierte en detalle compartido para el bien del ser humano. Si, en el silencio se puede hablar.
El silencio aumenta la sensibilidad humana y lo hace más compasivo y benévolo con el prójimo, porque en el silencio se encuentra a Dios y se dialoga con Él; el ser humano se transforma y se desborda en acciones bondadosas hacia su entorno. El silencio contribuye en momentos de mucha agitación externa, de confusión, de desesperación, para reordenarnos y sacar provecho del caos. No es rendirse ante el exceso de ruido y crisis, es un retirarse temporal de preparación para actuar.
El 19 de marzo la Iglesia Católica celebra y conmemora el día de San José, conocido también como “El hombre del silencio”. Si hay algo que identificó a San José es su capacidad y docilidad en escuchar a Dios (Mt 1, 19 – 23; 2, 13 – 15; 2, 19 – 23), lo que le permitió descubrir el plan divino, plan de vida, de salvación y colaborar cuando el niño Jesús se encontraba en peligro. Pero también San José no se quedó solo en la contemplación, en la escucha o se ensimismó en su experiencia de Dios, sino todo lo contrario, cuando tuvo que tomar por esposa a la Virgen María, la tomó por esposa. Cuando tuvo que huir con Jesús y María, para que no mataran al niño, huyó con él y su madre. Cuando debió regresar a Israel, regreso a Israel nuevamente. Cuando se les perdió el niño en el templo, regresó a buscarlo junto con María; por lo que se puede concluir diciendo: San José es un hombre de acción.
En todo silencio hay dos elementos fundamentales: la escucha y la acción; por eso el silencio tiene más detalle