Él me glorificará

Solemnidad de la Santísima Trinidad, comunidad de amor y del Dios Uno. Es así como nosotros estamos invitados a vivir en el amor y también ser uno en el Dios Amor.
2022 05 15 fray serapio

Solemnidad de la Santísima Trinidad

Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, comunidad de amor y del Dios Uno. Es así como nosotros estamos invitados a vivir en el amor y también ser uno en el Dios Amor.

El Evangelio que nos propone la liturgia en esta  solemnidad de la Santísima Trinidad, es ante todo, un Evangelio sobre el Espíritu Santo, pero precisamente al tratar de él, descubre el misterio de la Trinidad. El Espíritu no habla de sí mismo, sino que, como enviado del Padre, es su presencia insustituible. El Padre se revela y se da a conocer a través de su Hijo que todo lo que Él tiene es del Hijo.

La Santísima Trinidad es propiamente el mismo Dios que ha entrado en comunión con nosotros. Es el Padre que se ha hecho «nuestro Padre», es el Hijo que se ha hecho nuestro hermano, es el Espíritu que se ha hecho nuestra vida. La  Trinidad es el misterio que funda nuestra convivencia. Para vivir ese misterio se requiere que todos seamos «nosotros» delante del Padre que nos convoca, que todos seamos una fraternidad en el Hijo que nos acompaña, y que todos participemos de un mismo sentir, de una misma esperanza y de un mismo amor, de una misma vida gracias al Espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones.

Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31

 

Esto dice la Sabiduría de Dios:
«El Señor me creó al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remoto fui formada,
antes de que la tierra existiera.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Aún no estaban aplomados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;
cuando sujetaba las nubes en la altura,
y fijaba las fuentes abismales;
cuando ponía un límite al mar,
cuyas aguas no traspasan su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como arquitecto,
y día tras día lo alegraba,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra,
y mis delicias están con los hijos de los hombres».

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