A muchos de nosotros nos ha tocado jugar «Amigo secreto»: en el colegio, universidad, en el trabajo o en grupos de amigos. Sí, ya estamos en el mes de julio, el comercio nos invade con publicidad, en la televisión, radio y redes sociales con oferta de regalos. A mí también me tocó jugar y seguiré jugando, «Amigo secreto»; dicha experiencia sucederá mientras exista y pertenezca por naturaleza a un círculo de amigos.
Benditas amistades que me ha tocado elegir; benditas las personas que me han elegido para ser cómplice de sus aventuras, crecimientos, alegrías y angustias. Pero sobre todo, bendigo a Dios por las amistades que han estado a mi lado en los momentos más difíciles de mi vida; pues «La amistad disminuye el dolor y la tristeza» (Santo Tomás de Aquino). Es decir que La amistad es una de las principales fuentes de felicidad. (Cfr. Marcos F. Manzanado, «La amistad según Santo Tomas», en Agelicum, 1994: 56)
La amistad es una de las principales fuentes de felicidad. Donde podemos tener un mal día o estar pasando por el peor momento de nuestra vida, donde sentimos estar solos, nos sentimos angustiados, con un dolor que creemos que nos va a matar, que buscamos tener a una persona importante que nos escuche, que nos brinde su apoyo en todo momento, un amigo o amiga que nos ayude a olvidar el mal momento, ellos son pequeñas acciones que hacen que todo se olvide y solo sintamos una completa paz en nuestro interior. No se equivoca Jeann Maalouf, en su libro, El poder sanador de la amistad, (Colombia, San Pablo, 2006: 7) al afirmar: «La amistad es un don maravilloso, un regalo de Dios para un mundo que está herido». La Palabra de Dios lo confirma: El amigo ama en toda ocasión, y el hermano nació para compartir la adversidad” (Prov 17,17).
En nuestra experiencia de fe conocemos a algunas santa y santo de la maravilla de sus amistades: Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres; San Juan Pablo II y Santa Teresa de Calcuta; Santa Teresita del Niño Jesús y Santa Elisabeth de la Trinidad; San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier; San Franciscos y Santa Clara La amistad de estos dos santos italianos es una de las más famosas dentro de la Iglesia Católica
Cuando los escritores escriben sobre la vida de Santo Domingo de Guzmán, recurren a los escritos de Sor lucia y el Beato Jordán de Sajonia, grandes amigos del santo. Solo nuestras amistades pueden decir lo asertivo de nosotros, y decir algo que alivia el alma. Qué verdad tan evidente brota de estas palabras: en el camino diario hacia la felicidad, que a todos nos toca recorrer, la presencia del amigo transforma las vivencias, incluso las de sufrimiento, en experiencias de crecimiento. Por eso está presente en las buenas y en las malas, en las primeras para alegrarse y en las segundas para sobrellevar en conjunto el peso del dolor; también comparte metas e ideales profundos por los que trabajar juntos. El amigo real es el que ha aprendido a querernos de verdad y en la verdad, incluso llegando a corregirnos si andamos errados. Y como habernos queridos de esa manera, sin condiciones, es lo que nos proporciona mayor alegría interior y nos hace sacar lo mejor de cada uno, eso contribuye la paz interior. Padre de bondad, gracias por el don maravilloso de la mistad, bendice a cada una de mis amistades. Bendice sus luchas, sus retos y sus sueños. Acompáñalos en cada una de sus travesías y ayúdalos a pasar todas las pruebas que se les presenten. Únenos en el fuego del Espíritu Santo. Te ruego en el nombre de tu Hijo amado, Jesucristo nuestro salvador.