Llega el mes de agosto y, en Bolivia celebremos la fiesta patria; pero también a la Virgen de Urkupiña “Patrona de la Integración”. Pero yo quiero quedarme con la celebración del 8 de agosto, fiesta de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la “Orden de Predicadores” (dominicos); y con ello quiero plasmar en estas líneas, aunque limitada, algo sobre la “Espiritualidad Dominicana”
Existe una formula categórica que sintetiza la Espiritualidad Dominicana: “Contemplari et contemplata allis tradere”, frase en latín que se traduce como, “Contemplar y dar a los demás lo contemplado”. Pero también hay algo visible que sintetiza dicha espiritualidad: los colores del hábito de las dominicas y dominicos; el color negro, químicamente es la síntesis de los colores; el negro absorbe toda la luz de su entorno; en cambio el blanco repela, exterioriza toda luz.
Los testigos cuando hablan de la vida espiritual de Santo Domingo de Guzmán dicen: “De día nadie más cercano a los hombres; de noche nadie más cercano a Dios”. La contemplación entonces es tener una experiencia de Dios, fe radical, sumergiéndose en Dios de manera permanente como forma de vida, que lo convierte en testigo, que le exige desbordarse para los demás. Cuando se habla de experiencia, se refiere a un encuentro profundo con el Misterio; va más allá de un momento circunstancial, más allá de un sentimiento, más allá de un trabajo y de un voluntarismo: es el núcleo de toda vida cristiana que se hace experiencia vital desde lo cotidiano hasta los momentos solemnes. La contemplación en ser atraído por el Señor, quedarse con El y dejarle que El actúe en el alma. De ahí que la plenitud de la contemplación consiste propiamente en su desbordamiento; es decir, que la contemplación cobra su plenitud en la predicación.
Los que hemos sido testigos de la vida, oración y predicación del Fray Crisóstomo Geraets, OP. Fray Daniel Roach, OP. Podemos recordar algo constante en ellos: llamaban a la oración permanente, a la experiencia de Dios, a una fe radical, a formarse para evangelizar, pero sobre todo exhortaban a una conversión para transformar el mundo. Por eso para hacer eco de aquella maravillosa vida, les invito a leer el testimonio escrito de la vida contemplativa del Fray Crisóstomo y Fray Daniel, en el libro escrito por Fray Aldo Torres OP. “Predicación Profética, el renacimiento de la Predicación Apostólica en la Iglesia”. Ed. Verbo Divino. 2019.
En la Espiritualidad de la Orden de Predicadores, existen cuatro pilares que la sostienen:
a) Oración, en ella contemplamos las cosas divinas, que se realiza primordialmente en las celebraciones litúrgicas y en la oración personal.
b) Estudio, allí se contempla en la lectura divina, en las lecturas sagradas y humanas.
c) Vida comunitaria, en ella vemos a Dios en los acontecimientos y personas. Vemos los acontecimientos y personas desde los ojos de Dios. Es decir que la contemplación no se remite a un momento de espacio y tiempo; sino que es la vida misma en y desde Dios.
d) Predicación. El creyente de una fe radical, que ha experimentado Dios, se desborda para darse, para que también ellos experimenten a Dios. La contemplación es la fuente de la predicación (Felicisimo Martínez. “Espiritualidad Dominicana, ensayo sobre el carisma y la misión de la Orden de Predicadores”. Ed Edibesa. Madrid, 1995. 41-43). En definitiva, no hay Predicación sin contemplación.
En la contemplación hay dos verdades: es amor a Dios, Primera Verdad, y amor al prójimo, a quien se comunica la Verdad. Es hablar con Dios en la contemplación y hablar de Dios en el anuncio del mensaje evangélico: el “hablar con Dios o de Dios” de Santo Domingo, plasmado en sus “Nueve modos de oración”.
La experiencia de Dios nos debe llevar necesariamente a la contemplación de nuestro mundo. La contemplación para el cristiano es ver la realidad del ser humano después de haber experimentado a Dios; de allí sale la predicación y la evangelización. La predicación no sale exclusivamente por haber leído muchos libros; sino porque se ha experimentado a Dios.