Orar en Espíritu

“... es una forma de oración más profunda, más sobrenatural que la ordinaria."
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«Entonces, ¿qué hacer? Rezaré con el espíritu, pero rezaré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente» (1Co 14,15). Continuando en la misma línea del artículo anterior, en el que desarrollé más el orar con la mente, siguiendo a San Pablo, que a la vez también nos propone orar con el espíritu. Como resultado, en cuanto a los fines de la oración, orar en espíritu y orar en entendimiento son dos formas válidas.

Este orar en espíritu es una forma de oración más profunda, más sobrenatural que la ordinaria. Aclaramos que «este espíritu no es el Espíritu Santo sino la parte más sublime del yo que se distingue de la carne (1Co 5,5; 2Co 7,1) o el cuerpo. También se distingue del alma, principio vital (psyjé) (1Tes 5,23; Hb 4,12), la cual a veces corresponde a la mente o razón natural (nús) (Rm 7,25; Ef 4,23)» (A. Ibáñez Padilla, Lenguas para hablar con Dios, t. 1: 35). Por eso el apóstol San Pablo insiste en que no seamos hombres psíquicos (naturales) sino también pneumáticos (espirituales) (1Co 2,14-15).

Orar en espíritu aparece bastante en los evangelios, por ejemplo:

  • «Y dijo María: “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”» (Lc 1,46-47).
  • «Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad» (Jn 4,24).
  • «[Jesús] se conmovió interiormente (en su espíritu) y se turbó» (Jn 11,33).
  • Jesús se turbó en su interior (espíritu) (Jn 13,21).

El mismo profeta Ezequiel en el Antiguo Testamento profetizó que llegaría el tiempo de orar en espíritu: «yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo» (Ez 11,19; cf. 36,26). Mas adelante afirma que nos dará su espíritu: «Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas» (Ez 36,27). Por lo tanto, el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestro espíritu y actúa al unísono. San Pablo dirá que «el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues no sabemos cómo pedir para orar como conviene; más el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26). Esta oración, aunque se localiza en nuestro espíritu, es un acto sobrenatural, que tiene al Espíritu Santo como origen.

Pienso en tanta gente que sufre hoy por esta pandemia, el Espíritu viene en ayuda de sus flaquezas con estos gemidos inefables. ¿Cómo entendemos estos gemidos como oración y mucho más como oración en espíritu? Mühlen afirma que «la palabra griega que en este lugar se traduce por gemidos es un término técnico en el ambiente del Nuevo Testamento para significar una oración que no prorrumpe de la razón, sino del espíritu» (H. Mühlen, Catequesis para la Renovación Carismática: 184). Esta palabra se encuentra también en san Marcos 7,34: «Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y dijo: Effatá, que quiere decir: “¡Ábrete!”». También lo encontramos en el capítulo 8,12: «Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser…». Esto nos da a entender que probablemente Jesús rezó incluso de este modo. 

Si nos acostumbramos a convertir nuestros suspiros, nuestros gemidos en oración, muchas veces experimentaremos lo que se lee de Jesús en el Evangelio de San Juan: «Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: “¿Dónde lo habéis puesto?” Le responden: “Señor, ven y lo verás”. Jesús se echó a llorar. Los judíos entonces decían: “Mirad cómo le quería”» (Jn 11,33-35).

En un momento así, de fuertes emociones por la pérdida de su hermano Lázaro, Jesús viene y consuela, como sigue consolando ahora en esta pandemia a muchos que pierden un ser querido. Porque ante las lágrimas de María y sus acompañantes, como ahora también ante tantas lágrimas derramadas por este virus, Jesús no ha reprimido nada de sus emociones y gemidos interiores, que hasta llega a llorar por su amigo Lázaro y por los muchos amigos hoy. Cuando la Biblia dice: «se conmovió interiormente», significa que gimió, bramó, se desahogó, exteriorizó, murmujeó por medio de su espíritu. Este mismo espíritu es el mismo concepto que utilizamos cuando decimos orar en espíritu. ¡Dios te bendiga mucho y te consuele en tu dolor! Amén.

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