Los personajes bíblicos y sus intervenciones impactaron en la narrativa bíblica, generando reflexiones diversas o anuncios y experiencias de fe para el lector.
En el Nuevo Testamento, existen personajes que también impactaron en la sociedad y en la vida de los creyentes de las comunidades del primer siglo. Uno de los casos más interesantes es Juan el Bautista, hijo de Isabel y Zacarías.
Cuando Juan el Bautista salió a predicar, eligió el desierto de Judea. Juan convirtió el desierto en un lugar de predicación y conversión, allí llegaban gentes de todas partes para escuchar su mensaje, confesar sus pecados y cambiar de vida, “Acudían hasta él muchedumbres de toda la región de Judea, y todos los habitantes de Jerusalén, y se hacían bautizar por él confesando sus pecados” (Mc 1,5).
El Silencio de Zacarías (Lc 1,9), se convierte en predicación de Juan desde el desierto. Ellos, “No tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos eran de edad avanzada” (Lc 1,6), la esterilidad de Isabel y la esterilidad del desierto se convierte en palabra, conversión, vida y salvación.
¿Pero por qué eligió un lugar tan incómodo para dirigirse a las personas? El Evangelio de Lucas testifica la vida de Juan en el desierto. El niño creció en el desierto, hasta el momento de salir a predicar (Lc 1,79). Juan de mayor, había vivido en el desierto (Lc 3, 2-6). Su vida fue una opción por el desierto, la praxis del bautismo y su invitación a la conversión.
“Cuando Juan el Bautista salió a predicar, eligió el desierto de Judea. Juan convirtió el desierto en un lugar de predicación y conversión, allí llegaban gentes de todas partes para escuchar su mensaje, confesar sus pecados y cambiar de vida” (Cfr.Mc 1,5). (Andrés Bernardo Pernett Beltrán. “Un acercamiento a la vida de Juan Bautista, desde la narrativa bíblica” Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Teología. Bogotá. 2017.24)
El desierto, evoca casi de forma inmediata los eventos fundantes del pueblo de Israel en el Éxodo. Llenos de ilusión y buscando la felicidad de una nueva vida con una propuesta salvífica. En el desierto Dios le ofrecía al pueblo una nueva oportunidad.
El desierto tiene dos significados importantes: por un lado, representa el lugar donde Dios se revela (predicación)y donde el creyente puede encontrarse con Él y tener nueva vida (conversión); y por otro, representa también la sequedad, la prueba espiritual y la adversidad.
Desde el desierto sale la más maravillosa predicación de Juan. Para Lucas, Juan es un un reformador social, un predicador de virtudes, un maestro de moral que vino a ofrecer una serie de principios de ética universal para mejorar el mundo presente. (cfr. Lc 3, 10-14)
Juan tenía una manera particular de predicar. a) Les hacía ver los errores de su vida pasada (Mt3,7); b) Los invitaba a arrepentirse y cambiar de vida (Mt3,7); c) Les advertía de un castigo divino que caería sobre quienes no se convirtieran (3,10); d) Les anunciaba la llegada de alguien, detrás de él, que vendría para hacer cumplir la Palabra de Dios (Mt 3,11-12).
No hay predicación sin conversión; por eso para Juan, era fundamental una nueva existencia. “Cuando terminaba de hablar, a quienes se comprometían a cambiar de vida los invitaba a bautizarse en el río, como una señal de aceptación para cruzar la frontera de una nueva existencia, y luego los enviaba a sus hogares a aguardar el gran cambio que iba a producirse a través de ellos” (José Luis Sicre. El Evangelio de Mateo. Verbo Divino, Madrid. 2019. 180.)
Señor, que mi vida de desierto personal sea un lugar, para llenarme de Ti, para comunicarte a los demás; pero también, que sea un espacio para encontrarme contigo y salir renovado. Amen.
