4º Domingo de Pascua
Seguimos en el tiempo pascual, un tiempo marcado por el sentido de la muerte y la resurrección de Jesús: una vida entregada hasta el final y rescatada de la muerte por amor. Desde entonces, Jesús mantiene con nosotros una relación singular. Nuestra fe no es una afirmación teórica, sino una experiencia de relación personal con Él.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
En aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros.
Él es la “piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro; pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».
Sal 117, 2-4. 22-24. 25-27a R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 3, 1-2
Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».