El Espíritu Santo hace de nosotros testigos de esperanza

El Espíritu Santo hace de nosotros testigos de esperanza

     El fin del encuentro no es un final, sino el comienzo de un nuevo tiempo espiritual. Nadie está aquí por casualidad ni para cumplir con un evento más, sino para vivir un “Nuevo Pentecostés”, una renovación profunda de la acción del Espíritu Santo en la vida personal de cada participante.

     Al realizar la bendición del agua, el padre Bruno afirma que Dios puede usar incluso ese gesto sencillo de beber el agua para fortalecernos y renovar nuestra energía espiritual.

     La enseñanza se centra en la importancia de estar llenos del Espírito Santo para enfrentar la lucha entre el bien y el mal. La misión no es anunciar desesperanza, sino ser profeta de esperanza, sin desconocer la realidad del mal en el mundo. El Papa Benedicto XVI afirmó que negar la existencia del mal es uno de los grandes males de nuestro tiempo, pues lleva a las personas a vivir sin dirección moral.

      Con base en la carta de San Pablo a los Efesios, capítulo 6, tomemos la armadura espiritual del cristiano, necesaria para resistir las tentaciones, los ataques espirituales y el desánimo. La lucha del creyente no es contra personas, sino contra fuerzas espirituales que buscan apartarlo del camino de Dios. Exorcistas como el Padre Rufus hablaba de la constante batalla espiritual que ocurre, incluso de manera invisible, a nuestro alrededor.

     Ejemplos cotidianos —como cuando uno se irrita al conducir— explican que el mal suele actuar de forma sutil, y que la respuesta del cristiano debe ser siempre contraria a la violencia o el maltrato. En lugar de reaccionar con agresión, el creyente está llamado a responder con bendición, paciencia y dominio interior.

     Mantenerse firme no significa no caer, sino ser capaz de levantarse y comenzar de nuevo. La santidad no se define por jamás fallar, sino por no rendirse y seguir buscando a Dios con humildad.

     Cultivemos una vida de oración, porque la transformación no ocurre por magia ni depende solo del evento espiritual, sino de un proceso personal de conversión diaria. Las personas y las circunstancias cambiarán si primero cambia el corazón de cada uno.

Recuerda la armadura espiritual, los elementos principales:

  • Cinturón de la verdad: vivir en autenticidad y sinceridad.
  • Coraza de la justicia: obrar rectamente.
  • Calzado del evangelio de la paz: estar dispuesto a anunciar la Palabra.
  • Escudo de la fe: protegerse de las mentiras y ataques del maligno.
  • Espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

     Muchos cristianos ya no llevan Biblia consigo “en la mano”. Está guardada o ignorada. El contacto continuo con las Escrituras fortalece el espíritu y ayuda a resistir el mal.

     Hay momentos en los que nuestra fe está debilitada y pedimos a Dios renovarla. Apropiémonos de las oraciones de sanación y liberación, no basta escuchar: es necesario creer, aceptar y tomar posesión de las promesas de Dios. La fe de cada persona sea renovada y fortalecida para vivir este “nuevo tiempo” con valentía espiritual.

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