Gran ser humano, espiritualmente hablando, es Francisco de Asís, cuyo día en la liturgia es el 4 de octubre. «La fiesta de este día significa en la liturgia dominicana el singular vínculo de fraternidad que nos une con el fundador y con la Orden de los franciscanos, dada la afinidad de ambos fundadores en su misión histórica en la edificación de la Iglesia» (Liturgia de las horas propio de la Orden de Predicadores).
El pasaje sugerido del evangelio (Mt 11, 25-30) es una acción de gracias al Padre en boca de Jesús por las cosas escondidas a los sabios y entendidos y reveladas a los sencillos. Cosas que entendemos como la cualidad para contemplar el don de Dios en toda la creación, en cada creatura, sin quedar atrapados por ninguna, sin perder la libertad para amar como hermano a los semejantes y a los distintos.
Ser pequeño para alcanzar altura cristiana según la talla de Jesús desde el nacimiento hasta la cruz que al calvario puso hermosura Sin caer en las trampas del maligno que ofrece salud, dinero y amor prescindiendo de la gracia del Señor para dejar al hombre sin un signo De salvación de la muerte en pena entre las profundidades del mundo que además de muerto, infecundo Mas con Jesús la vida es plena con la creación en la que estamos pues en Dios todos somos hermanos
Francisco de Asís tenía la oportunidad en su tiempo (1182 – 1226) de ascender a la fama a través de la posesión de creaturas representadas en los bienes temporales de la familia, los que hubiera obtenido por herencia y multiplicado con talento. Todo ese reconocimiento habría sido de corto tiempo, mientras vivían sus admiradores. Sin embargo, quiso vivir de otro modo, el que menos imaginaron sus padres y del cual sintieron vergüenza, la pobreza, con la cual llegó a entender su relación en términos esponsales. El pobre de Asís renunció a cualquier forma de herencia que coartara la libertad de hijo de Dios, renunció al afecto posesivo de su padre que quería un heredero parecido a él, renunció a la coraza y armadura de caballero, renunció a la sabiduría académica y a formas con honores, renunció a la vestidura de familia que lo ubicaba en buena posición social, renunció a toda forma de riqueza material. Todas estas renuncias eran necesarias en él para quedarse solo con lo que realmente cuenta, el Evangelio.
El hombre desnudo es vestido por Dios con la vestidura del bautismo e invitado a la mesa del banquete del Reino, donde entran los que llevan el traje de fiesta. Los que viven la alegría del evangelio haciendo del evangelio regla de vida. Por eso el padre de los franciscanos ha motivado a muchos a seguir a Cristo, tanto a hombres como a mujeres, incluso a vestir el hábito de la hermana pobreza; ha inspirado a otros que buscan diálogo con religiones y pensamientos distintos; en los últimos tiempos inspiró al sucesor de Pedro, obispo de Roma, a tomar su nombre para pastorear a la Iglesia con cayado de hermano de todos. El Papa Francisco ha tomado la espiritualidad franciscana para darle al mundo dos encíclicas: Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común (2015), y Fratelli Tutti, sobre la fraternidad y la amistad social (2020). «“Alabado seas, mi Señor”, cantaba san Francisco de Asís. En este hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos» (LS 1). «En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por san Francisco de Asís» (FT 286).
Las personas que configuraron su vida según Cristo en cualquiera de sus facetas en relación con Dios y con el prójimo, son santas. San Francisco de Asís logró una configuración integral de modo que es querido por cristianos y no cristianos; nos hizo entender la fraternidad con toda creatura, incluso con la muerte, realidad ineludible. Hoy es un buen moderador de diálogos para hallar entendimientos sociales, ecológicos, y de manera especial en el ámbito de la justicia, la paz y el cuidado de la casa común.