SU SIMPLICIDAD
Puede parecer curioso que una plegaria tan simple como el Rosario esté particularmente asociada a los dominicos. Raramente se piensa en los dominicos como gente simple. Pero ¿por qué esta oración tan simple es tan querida por los dominicos? Puede ser porque en el corazón de nuestra tradición teológica, reside una aspiración a la simplicidad. Ya decía Santo Tomás; «No podemos comprender a Dios porque Dios es perfectamente simple».
Sí, el Rosario es muy simple. Puede ser una invitación a descubrir esta simplicidad profunda de la vida sabia. Se dice que el Padre Lagrange, uno de los fundadores de los estudios bíblicos modernos, que hacía sin falta tres cosas cada día: estudiar la Biblia, leer los periódicos y rezar el Rosario.
UNA ORACION PARA LA CASA Y PARA EL VIAJE
Otro aspecto de esta oración que es muy dominicana. Es una oración para la casa y una oración para la ruta. Es una oración que construye una comunidad al mismo tiempo que nos lanza de viaje. Somos contemplativos y activos. De alguna manera, el Rosario es a menudo la oración de cada uno y de la comunidad. Tradicionalmente se la rezaba cada día en las familias y en las comunidades. A mitad del siglo XV tiene lugar la fundación de las fraternidades del Rosario que se reunían para rezar juntas. Así el Rosario está profundamente asociado a la comunidad, a la oración compartida.
Pero, también el Rosario es la oración de los peregrinos, de los viajeros. María no se queda en casa. El ángel viene a descomponer su vida doméstica. Porque sale al encuentro de su prima santa Isabel.
SIGNO DE BENDICIÓN
Las palabras del ángel permiten la fertilidad para una virgen y para una mujer estéril. La bendición de Dios nos vuelve fértiles. Cada uno de nosotros, por su nacimiento individual, es el fruto bendito de un vientre. Creo que la bendición prometida por el ángel toma siempre una forma de fertilidad en toda vida humana. En la bendición de los nuevos comienzos, la gracia de la frescura.
«Bendito el fruto de tu vientre». Puede ser entonces que la mejor manera de predicar el milagro de esta fertilidad sea el arte, la pintura, el canto, la poesía. Porque son modestas participaciones de esta misma bendición, de esta infinita fertilidad de Dios.
ACOMPAÑA NUESTRO PRESENTE
El Rosario evoca también otro momento, no sólo el del nacimiento, sino también el momento presente. «Ruega por nosotros, pecadores». Ahora es el instante presente en la peregrinación de nuestra vida cuando tenemos que mantener, sobrevivir, proseguir nuestro camino hacia el Reino.
Es interesante destacar que este instante presente es considerado como un momento de compasión. Es una compasión profundamente dominicana. ¿Recuerdan la oración de Domingo?: «Señor, piedad de tu pueblo. ¿Qué será de los pecadores?». El presente es un momento en el que tenemos necesidad de compasión, de misericordia. El presente es un tiempo durante el cual debemos sobrevivir ignorando hasta cuándo hemos de esperar el Reino.
PRESENTE EN NUESTRA MUERTE
El último momento de nuestra vida corporal del cual estamos seguros es el de la muerte. «Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte». Ante la muerte, rezamos el Rosario. T.S. Elliot implora en uno de sus poemas: «Rueguen por nosotros ahora y en la hora de nuestro nacimiento». Y tiene razón. Porque debemos afrontar estos tres momentos de nuestra vida: el nacimiento, el presente y nuestra muerte. Pero en cada instante aspiramos a lo mismo: un nuevo nacimiento.
Por último, cuando rezamos el Rosario, celebramos que el Señor está verdaderamente con nosotros, que estamos en su presencia. Repetimos las palabras del ángel: «El Señor está contigo».