Iniciamos un nuevo mes, y ya, el primer día de noviembre nos invita la liturgia de la Iglesia a ser santos como Dios es Santo. Hacemos memoria de todos los santos y santas que siguieron el camino de Jesús con fidelidad, dando testimonio con sus actos que el camino para la verdadera felicidad es la santidad.
Recordemos que la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino un deber de todos. Y, si Dios quiere que seas santo, ¿por qué tú no lo vas a querer? ¿Crees que es muy difícil? Para ti solo es imposible, pero no olvides lo que dice Jesús: «Sin Mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5), pero «todo es posible al que cree» (Mc 9,23). Por eso, San Pablo afirma: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil 4,13).
Por tanto, el deseo de Dios, tu Padre, que te ha creado, quiere lo mejor para ti y, por eso, quiere que seas santo. La voluntad de Dios es tu santificación (1 Tes 4,3). El Catecismo de la Iglesia Católica nos habla en este sentido: «Todos los fieles son llamados a la plenitud de la vida cristiana» (CEC 2028). «Todos los cristianos, de cualquier estado o condición están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad» (CEC 825). También, el Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium, todo el capítulo V está dedicado a la vocación universal a la santidad. Y dice en concreto: «Quedan invitados, y aun obligados, todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado (LG 42).
Así que está claro que puedes ser santo. Dios lo quiere ¿y tú? No digas que no tienes las cualidades necesarias. No digas que Dios no te ha llamado. No has venido al mundo por casualidad. No eres un cualquiera para Dios, no eres uno más entre los millones de hombres que han existido, existen o existirán. Él te ama con un amor personal. Qué esperas, para ser instrumento del amor de Dios para los demás. Que el amor sea la norma suprema de tu vida y que, por amor, des tu vida entera a1 servicio de los demás.
¿Cómo empezar el camino a la santidad? ¿Qué debo hacer? El primer paso para ser santo es querer ser santo. Si no quieres serlo, porque crees que es imposible para ti o simplemente no quieres, porque crees que hay que sufrir demasiado y prefieres tu vida tranquila y sin complicaciones. Entonces, estás perdido y nunca llegarás a la santidad. Si quieres ser santo de verdad, debes comenzar por ser un buen cristiano. Eso significa que nunca debes mentir, ni robar, ni decir malas palabras ni ser irresponsable. Eso supone una decisión firme de evitar todo lo que ofenda a Dios y a los demás y querer ser siempre sincero, honesto, honrado, responsable…
La santidad no se improvisa, no se consigue de un día para otro. La santidad es un camino de subida hacia la altura y supone esfuerzo y trabajo personal. Es sólo para valientes que tienen fuerza de voluntad y saben perseverar sin volver atrás. Quizás necesites toda la vida para prepararte y madurar lo suficiente, o quizás Dios te regale la santidad en el último momento como un don, en consideración a tantos años de oración, pidiéndole esta gracia. Dios tiene caminos distintos para cada uno. Por tanto, sé santo según tu vocación. Hay santos para todos los gustos, desde niños pequeños a abuelitos, desde débiles doncellas a robustos soldados, desde reyes o Papas a agricultores analfabetos. Todos han sido santos por el amor. Santo es el que ama a Dios y se abandona a sus planes y le puede decir en cada momento: «Señor, soy tuyo, aquí estoy para hacer tu voluntad».