Celebramos el 11 de junio la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, y el 12 el Corazón inmaculado de María. De este modo la liturgia expresa la belleza del amor de Dios hacia la humanidad y la respuesta de esta en las creaturas que en el encuentro con el Creador supieron lo que es amar de verdad.
En compañía de María
La madre y el discípulo amado
vieron cumplida la hora del amor
en la cruz clavado el Redentor
Dios y hombre crucificadoQuiso darse según su libertad
al discípulo entregó la madre
el espíritu lo entregó al Padre
como signo de su santa voluntadSangre y agua para los gentiles
del costado por la lanza traspasado cuya
muerte verificó un soldadoTestimonio que debió atraer a miles
a la fe en el divino Rey ladrón
que roba con el amor del corazón
La palabra sonética está inspirada en el evangelio de San Juan (19, 31-37), relato de los últimos minutos de Jesús en la cruz, tiempo de contemplación con diferentes sentimientos y afectos. Lo contemplan los discípulos, la Madre, los que lo entregaron, los transeúntes, los soldados. Ninguno queda indiferente ante aquella escena aquel día en que la historia de la humanidad fue bañada de amor con el signo de la cruz en la que estuvo suspendido Dios y hombre verdadero.
En la cruz se amplían los términos de la nueva alianza por medio de legados en sintonía con la última cena a base de entregas. A su comunidad de discípulos y amigos le deja a la madre para que sea también madre de ellos; a su vez a ella les confía a sus discípulos. María y sus discípulos son de su pueblo, Israel restaurado según la ley y los profetas en el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
También estuvo próximo a Jesús el pueblo no judío representado por los romanos a quienes fue entregado por los suyos que no lo recibieron. Los soldados verifican la muerte del Rey de los judíos y por eso no le quebraron las piernas como se las rompieron a los que estaban crucificados con él, ya que la solemnidad de la fiesta no permitía a esa hora la exaltación de los ladrones. Aquel soldado que con su lanza traspasó el costado del ladrón del centro recibió el baño de sangre y agua, signo contundente para capturar a aquellos que lo capturaron. La lanzada abrió la ventana más grande a través de la cual se contempla el amor que alguien haya tenido por la humanidad, el Corazón de Jesús.
Aquel crucificado con manera tan asombrosa de morir une a todos los pueblos en contemplación, a las personas de ese día y desde entonces hasta el fin de los tiempos. El evangelio continúa el relato con la bajada de la cruz y el entierro en el sepulcro, ante la mirada de aquellos hombres y mujeres que le acompañaron desde Galilea, los mismos que fueron fortalecidos en su fe con las apariciones del Señor en estado glorioso. Jesús es Dios, Dios es amor y lo propio del amor es atraer, aún de modos no imaginados, como atraer a quienes le mataron. Todo en él es atracción porque nadie puede experimentar rechazo por parte de él, aunque él sea rechazado. El dolor de Jesús en la cruz no clama venganza, simplemente espera que cada quien vea su vida unida a su costado, como el ladrón de al lado que reconoció el misterio de la muerte del único justo, y único camino de retorno al paraíso.
La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es expresión de apertura, fuente de vida, de sacramentos, de inclusión, de protección, de refugio, de gozo, de consuelo, de conversión. Jesús tiene espacio en su corazón para cada ser humano; tanto para la mamá, para el papá adoptivo, para el discípulo, para el verdugo, para quien lo niega, para quien lo hiere, para mí. Para sacar buen proyecto de la celebración litúrgica es necesario abrir también el corazón propio de cada uno, el corazón de carne que tenemos y dejarlo ver a través de las obras de caridad en la forma que cada uno sienta el llamado a exteriorizarlas. Unidos al Corazón de Jesús como lo está María, que en su inmaculado corazón conserva cuidadosamente todas las cosas (Lc 2,51).