El Carisma del Discernimiento de Espíritus

En el libro de «La vida de los padres Cris y Daniel», nos explica cómo actúa el espíritu maligno para...
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El Don del discernimiento de espíritus nos permite reconocer o identificar el origen y la inclinación que mueve a una persona a actuar en una situación concreta, es decir, si esta persona está actuando motivada por el Espíritu Santo, por su propio espíritu humana o por el espíritu del mal. Estamos hablando de tres espíritus que nos pueden movernos a actuar: el espíritu divino, el espíritu diabólico y el espíritu humano. Por eso, es importante el discernimiento de espíritus hoy en día. Por falta de este discernimiento, muchas personas han terminado separándose de la Iglesia Católica, obedeciendo a un espíritu no divino.

Personas muy buenas, que han caído en las garras de Satanás, pensando que seguían las inspiraciones del Espíritu Santo y han seguido al espíritu diabólico. Cuando se les quiere corregir no aceptan, porque su espíritu humano está presa; están convencidos de que están en la verdad y los otros están en el error. Así terminan lejos del plan de Dios, que es amor y unidad.

En el libro de «La vida de los padres Cris y Daniel», nos explica cómo actúa el espíritu maligno para atraparnos: «En primer lugar, ellos como tal son espíritus exteriores que no tienen presencia interior como el Espíritu Santo y nuestro espíritu humano. En segundo lugar, Dios jamás nos manda a los espíritus malos para tentarnos como manda a los buenos para ayudarnos. El Señor permite la tentación cuando nosotros abrimos la puerta a Satanás por los pecados, pero con la tentación, Dios siempre nos da una manera de vencerla (1Cor 10,13).

Si la persona cede más y más a la tentación, los espíritus malos pueden dominar al cuerpo y oprimir las emociones provocando enfermedades, debilidades cansancio, temores, tristeza y enojo. El próximo paso, todavía más fuerte, es cuando ellos comienzan a controlar la mente hasta evocar obsesiones mentales. El último paso es la posesión, donde los espíritus malos tienen presencia interior dominando en parte o completamente a la persona» (Pág. 404 – 405). Todo por falta de discernimiento de espíritus. Satanás se aprovecha haciéndoles creer que tienen poder y no necesitamos de guía espiritual. El Espíritu del mal es bien astuto y mentiroso, para confundirnos y hacernos creer que no estamos equivocados. Terminamos alejándose del Espíritu Santo que es unidad y amor, el espíritu de Mal, incita a fundar su propia Iglesia y predicar contra la madre Iglesia.

El p. Carlos Aldunate, S.J. nos dice: la palabra «espíritus» se aplica a muchas realidades muy diversas. Aquí entendemos por «espíritus» un impulso, movimiento o una inclinación interior de nuestra alma hacia alguna cosa que (en la línea del entendimiento) es verdadera o falsa y (en la línea de la voluntad), es buena o mala. Así, si alguien está inclinado a mentir, decimos que él tiene el espíritu de mentira; si está inclinado interiormente a mortificar su cuerpo, decimos que tienen el espíritu de penitencia. Recuerden cuando Jesús reprendió a Santiago y a Juan cuando querían hacer descender fuego del cielo para castigar a los samaritanos. Jesús les dijo: «Ustedes no saben de qué espíritu son» (cf. Lc 9, 55). San Pablo escribía: «nosotros no hemos recibido espíritu de este mundo, sino del Espíritu que viene de Dios» (1Cor 2, 12).

San Bernardo dice que no es fácil distinguir entre los movimientos interiores que viene de la naturaleza humana y los que vienen del demonio. Muchas veces el espíritu del mal nos confunde y llega hasta a imitar las inspiraciones de Dios. Por eso san Juan nos advierte: «Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus si son de Dios» (1 Jn 4, 1). El Cardenal Suenens nos dice: «El discernimiento de espíritus es un carisma de muy difícil manejo, para el cual se requiere tener una especial discreción, recordando siempre la invitación de San Pablo cara a las manifestaciones del Espíritu: no apaguen el Espíritu … pero examínenlo todo y retengan lo bueno (1Te 5, 19- 20). Este don es para reconocer si los apostolados que estamos realizando y los medios que estamos empleando son los que quiere el Señor o no, pues debemos considerar que en los mejores planes que tengamos, podemos sufrir el engaño del demonio, quien por algo es llamado el «padre de la mentira» (Jn 8, 44b). Bendiciones.

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